Hace más de un año que conocí, un tanto casualmente, a Ana León. Ella tenía su nombre y su reconocimiento dentro del padel cordobés y andaluz. Me sorprendió un poco que me dijera que quería “probar” a entrenar conmigo. Me comentó que había entrenado con muchos entrenadores y que quería cambiar algunas cositas de su juego.
Después de un primer contacto, un primer entrenamiento y una primera charla, mi conclusión era que debía cambiar “muchas cositas”. Ana, todos la conocen, tenía su particular forma de ver el padel.
Mi misión era hacerle ver que existía otra forma de jugar, otra forma de ver el juego, otra manera de hacerlo… y agregarla a su repertorio de golpes y de estrategias. No quería quitarle nada, solo quería agregar… luego ella decidiría.
Como todo cambio, fue muy difícil al principio. Parecía que no nos compenetrábamos adecuadamente, y seguro que fue mi culpa el no encontrar el medio adecuado para llegar a ella.
Desde hace unos meses su juego cambió, sus golpes mejoraron, su intensidad es mayor, sus bolas pasan más a menudo por encima de la red, cada bola tiene un sentido más coherente, efectivo y perjudicial para el rival, me gusta mucho más como juega.
Lo más importante, es que ella está feliz. Y su felicidad tiene también su premio. Gane o pierda, es felicitada por su juego por sus rivales de turno. Y por si fuera poco, está en el puesto número 10 de la federación Andaluza de padel.
Desde este difícil lugar, que es ser entrenador, quiero agradecerle a Ana León por su constancia, por su dedicación, por su disciplina, por su ejemplo, y por su VALOR DE CONFIAR en mí.
Después de un primer contacto, un primer entrenamiento y una primera charla, mi conclusión era que debía cambiar “muchas cositas”. Ana, todos la conocen, tenía su particular forma de ver el padel.
Mi misión era hacerle ver que existía otra forma de jugar, otra forma de ver el juego, otra manera de hacerlo… y agregarla a su repertorio de golpes y de estrategias. No quería quitarle nada, solo quería agregar… luego ella decidiría.
Como todo cambio, fue muy difícil al principio. Parecía que no nos compenetrábamos adecuadamente, y seguro que fue mi culpa el no encontrar el medio adecuado para llegar a ella.
Desde hace unos meses su juego cambió, sus golpes mejoraron, su intensidad es mayor, sus bolas pasan más a menudo por encima de la red, cada bola tiene un sentido más coherente, efectivo y perjudicial para el rival, me gusta mucho más como juega.
Lo más importante, es que ella está feliz. Y su felicidad tiene también su premio. Gane o pierda, es felicitada por su juego por sus rivales de turno. Y por si fuera poco, está en el puesto número 10 de la federación Andaluza de padel.
Desde este difícil lugar, que es ser entrenador, quiero agradecerle a Ana León por su constancia, por su dedicación, por su disciplina, por su ejemplo, y por su VALOR DE CONFIAR en mí.
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