domingo, 11 de enero de 2009

Una historia vieja, para el año nuevo...




Una historia vieja, para el año nuevo…
Hace pocos días, leyendo el Marca, encontré una pequeña nota de Guillermo Fernadez-Vara con un título similar.
“Me gustaría aprovechar para recordar también a los perdedores, a los que nunca ganaron nada ni lo ganarán, pero siempre están ahí, intentándolo. Si en el deporte solo existieran los fenómenos no podrían ganar a nadie porque no tendrían a quién batir.
¿En qué piensa aquél que sabe que no va a ganar cuando decide competir? Esta pregunta se la hice un día a un corredor de maratón que siempre llegaba último. “Yo no aspiro a ganar porque la victoria a la que yo aspiro no la logra el que llega primero”, me dijo. “Yo no lucho contra los demás, no compito con ellos. Compito conmigo mismo. Mi éxito no es vencer sino superarme. Yo sé que los hay mejores, que tienen más condiciones físicas que yo, por eso no acumulo medallas sino la satisfacción de ganarle a mi yo de ayer. Encima no sufro por la derrota y mi mente se conserva emocionalmente equilibrada y preparada para seguir ganando cada día las batallas que se nos presentan en la vida”.
Hace un año, navegando por internet, me encontré con que ha ganado una carrera, y otra, y otra más… Lo llamé para felicitarle y para que me contara el cambio de situación. Su respuesta me llamó la atención: “un buen día descubrí que perder me aburría y que o intentaba ganar o acabaría dejando de correr”. ¿Y que quedó de aquello de ganarle a tu yo de ayer? “A mi yo de hoy le dejó de importar”, respondió. Ganar o perder, ésa es la cuestión.”

Hay que tener las ideas muy claras, una fuerza interior increíble y una inteligencia superior para actuar así. Solo unos pocos son los privilegiados que vencen sin haber bebido del engañoso elixir de la derrota. Lamentablemente no todos están capacitados y preparados para vencer. Pero aquellos que superan ese invisible límite del sufrimiento estarán capacitados para luchar perennemente.
Nadie quiere perder, sin embargo el hacerlo es la mejor preparación que uno pueda tener. Cuando lleguen las victorias, se recordará constantemente el amargo sabor de la derrota, y nos parecerá más dulce aun.
No estaba hablando de padel, estaba pensando en los designios de la vida. Y el padel no puede estar exento de ello si forma parte de tu vida.
No compitas contra otros, competí contra vos mismo, trabajá duro y vencete día a día.
Quizás en algún momento, estés capacitado para elegir entre ganar y perder.

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